29 de abril de 2009

IZQUIERDISMO


De 1957 a 1962 se marca la historia del izquierdismo francés, a la sombra del sufrimiento del pueblo húngaro y del pueblo polaco a manos de dictaduras stalinistas. La Francia del Mayo del 68 (y la propia revolución de Mayo del 68; contra la patronal, contra el estado y contra las directrices obreras tradicionales) estuvo agitada por una nueva corriente política: lo que Richard Gombín llama el “izquierdismo”. Gombín define el izquierdismo como la fracción del movimiento revolucionario que ofrece una alternativa radical al marxismo-leninismo como teoría del movimiento obrero y su evolución. Forman parte de este movimiento anarquistas y marxistas extremistas, entre otros, y se inspiran tanto en fuentes literarias (Rimbaud, el Surrealismo…) como políticas (Proudhon, Fourier, Pannekoek, Marx…).


La sociedad francesa de la época (y todas las sociedades desarrolladas) había conseguido, por medio de la tecnología y el desarrollo, cubrir los medios necesarios para la subsistencia. Los trabajadores antes luchaban por una vivienda, por comida, por ropa; por vida. Los obreros delegaban en grupos de presión, en burócratas, dirigentes y líderes (sindicatos, partidos, etc.) para cubrir sus necesidades básicas. Una vez alcanzadas esas mejoras, estos partidos y sindicatos pierden su sentido, y se acomodan en el sistema capitalista, volviéndose reformistas (como el P.C., Partido Comunista, y la C.G.T., Confederación General del Trabajo, partido y sindicato, respectivamente, de la Francia de la época.) y así enemigos de la revolución. Al alcanzar la “vida”, sólo les queda luchar por la “vida verdadera”.
Por lo tanto, la clásica lucha social cambia de aspecto y de objetivo. El fin del capitalismo es la lucha contra el sistema y también contra esa oposición revolucionaria tradicional. Definen la acción revolucionaria como una lucha contra todos los frentes. Buscan eliminar todas las alienaciones; psicológicas, sexuales, culturales, ideológicas y, por supuesto, económicas. Por su complejidad, no buscan la victoria en una insurrección, sino en todo un periodo histórico.

Por otra parte, los izquierdistas se inspiran en varias revoluciones aplastadas (como la de Hungría y Alemania) son símbolo de prácticas nuevas. También en la “revolución española” (1936-1937) o la toma de fábricas en Italia (1919-1920), que son ejemplo de tradición revolucionaria no marxista.


Las espinas que los izquierdistas llevan clavadas en el corazón son tres:
La aplicación del esquema burocrático a la sociedad moderna y al movimiento obrero contemporáneo (la burocracia es un mal), el contenido del socialismo “negativo” del bolcheviquismo triunfante (el marxismo convertido en totalitarismo) y, por último, las consecuencias que se pueden sacar en cuanto a formas de organización del movimiento revolucionario (las organizaciones tradicionales).
Elaboran una crítica al marxismo-leninismo (la revista Argumentos, fundada en 1957, se encarga de ella).

Como hemos expuesto arriba, el izquierdismo carga contra nuevos frentes. Uno de ellos es la burocracia (que definen como “nueva clase”) porque es la que en realidad dirige la gestión de las empresas y tienen el centro del Estado. Roberto Micheles afirma que la gestión de un capital enorme da a los administradores un poder comparable al que goza el propietario.
También atacaron a la familia por ser la primera estructura alienante (al reproducir el modelo de la sociedad global, forma al niño para que se adapte, socabando su espontaneidad y creatividad). Criticaron también la moral sexual, los tabúes y las prohibiciones, entre otras cosas.
Otro de los aspectos básicos del izquierdismo es la crítica de la vida cotidiana, que aparece como reacción al dogmatismo stalinista y a sus seguidores franceses. Como observa Lefebvre, los intelectuales de izquierdas de posguerra dan pruebas de la incapacidad total ante los problemas que se les presenta; unos se refugian en el dogma del partido comunista y otros se evaden en la búsqueda de lo irreal, de la astracción: se les escapa lo cotidiano, lo concreto de cada día tal y como era y tal y como se podía transformar.
Los izquierdistas ven que hay un desnivel entre el sector de la técnica y la producción y la vida privada, ven que, así, la alienación del Hombre ha llegado a su cumbre.
Romanticistas, dadaístas, surrealistas… hasta Lefebvre, todos critican un mundo técnico y aburrido, que llega a lo más alto en las sociedades más desarrolladas.
Uno de los personajes de más influencia de la época era Isidoro Isou, que fija como necesidad esencial del hombre la necesidad de crear. Dice que en el acto de la creación, el hombre se torna algo así como un dios. Éste es uno de los principios que toma la Internacional Situacionista (I.S.), fundada en 1957, y muy influenciada por el izquierdismo de la época. La Internacional Situacionista intentará analizar el mundo moderno bajo el ángulo de la vida cotidiana.
Para la I.S., la vida en la sociedad moderna es sobrevivir. La sociedad de consumo corresponde a la economía de consumo. Por tanto, el enriquecerse da lugar a una supervivencia más acrecentada, pero no llega a lo cualitativo. Todas las relaciones humanas han sido impregnadas de la racionalidad del intercambio comercial. Por eso, la vivencia es representación. Todo es representación. Es el espectáculo; la mercancía que ocupa totalmente la vida social. El consumidor se convierte en consumidor de ilusiones. Se trafica con todo: objetos, ideas, costumbres…
Sin embargo, la I.S. considera que lo alienante no es el consumo, sino su elección condicionada y la ideología que eleva a esta elección. Porque consideran que la vida cotidiana en el mundo moderno está sometida a una “gestión totalitaria” que da forma hasta a nuestros modelos de comportamiento.
Por otro lado, al estar cubiertas las necesidades básicas, se crean otras nuevas. Una de ellas es el mercado del ocio (cine, excursiones, museos… todo el ocio). El hombre de hoy necesita ahogar su aburrimiento. El mal del obrero ya no es el hambre; es el aburrimiento.
Lefebvre, optimista, afirma que el hombre moderno se rebelará contra la fragmentación de su vida cotidiana (de la alienación) con y por el ocio (a través de la creatividad). La I.S. dice que la revolución está en manos del proletariado, por que es la clase obrera la que ha perdido el control de su vida. Deben abolir las clases y todo tipo de alienación. Y a ello llegarán a través de la comprensión de la lucha. El obrero es dialéctico. La I.S. afirma que la teoría revolucionaria no es un sistema científico, como afirmó Marx. Y el hombre liberado no será otro que el artista, entendiendo por artista el hombre creador de sus propias obras. La revolución, dicen, será una afirmación de la subjetividad de cada uno sobre el terreno de la cultura, porque el arte ha de invadir la vida, porque la vida ha de ser el arte de vivir. Así, ha de irrumpir la subjetividad de cada individuo, que ha de tomar la vida cotidiana.

Los izquierdistas creyeron realmente que Mayo del 68 sería la liberación individual que formaría la libertad colectiva. Aunque no fue exactamente así, se abrieron muchas puertas. Y las teorías que en los años 60 formaron los izquierdistas aún hoy son válidas. Porque hoy la sociedad del espectáculo está plenamente asentada.

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